Era
una cálida noche de verano cuando teníamos programado una aventura
nocturna en bicicleta de 66 km, desde la localidad de Calañas hasta
Huelva capital. La luna iluminaba el camino, creando un ambiente
mágico y misterioso. Equipado con luces delanteras y traseras, y un
chaleco reflectante, me sentía preparado para
acometer el camino
previsto y que mi Garmin Explore 2 me guiara por las HV-9020 que nos
llevaría hasta Fuente de la Corcha donde teníamos previsto comer
algo para continuar por los senderos que Manuel Área tanto y tantas
veces circunda. Para continuar por la Vía Verde de los Molinos del
Agua hasta pasado Trigueros donde tomaríamos la ruta habitual,
camino de Huelva a Trigueros, antigua vía romana “Cardo Maximus”
o carretera del cementerio, HU-3101. Nuestro gozo en un pozo, el
bar de Fuente de la Corcha estaba cerrado por lo que con el fin de
acortar el tiempo y la distancia partimos en dirección a Trigueros
por la pista camino de Alosno a Trigueros donde dimo buena cuenta de
una abundante comida con tintes colombianos, la cocinera era
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J, Antonio, Jose A., Enrique, Kiki, Manuel y yo |
de esta
nacionalidad, y abundante cerveza que mis compañeros se jactaban de
consumir, aquí termino todo y el resto queda para el anecdotario, no
sufrimos caídas, ni otros incidentes mayores y si alguno menores que
no tuviera una solución rápida y efectiva, anotar que los goles del
R. Madrid fueron festejados en el silencio de la noche por los
seguidores de este equipo de fútbol.
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Foto de Kiki |
El aire fresco de la noche me envolvió, proporcionando un alivio bienvenido del calor del día. Los sonidos de la naturaleza nocturna, desde el canto de los grillos, hasta las ciervas que se nos ofrecían algo dudosas de nuestras intenciones y el susurro del viento entre los árboles, me acompañaban mientras pedaleaba por la polvorienta pista que merced a la incontrolable fuerza que demuestra mis compañero no me permitían tomar notas gráficas del recorrido.
Cada curva del camino revelaba un nuevo paisaje, transformado por la luz de la luna. Las sombras danzaban a mi alrededor, y mis sentidos se agudizaban, atentos a cada detalle. La adrenalina y la emoción de la aventura nocturna me mantenían alerta y lleno de energía. La tranquilidad del entorno me permitió reflexionar y apreciar la belleza de la noche, sintiendo una conexión especial con la naturaleza y la libertad que solo una ruta nocturna en bicicleta puede ofrecer.
Finalmente, regresé a casa con una sensación de logro y satisfacción. La experiencia había sido única y enriquecedora, una mezcla perfecta de aventura, ejercicio y contemplación.
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