El día amanecía fresco y con el aroma a tierra húmeda tras las recientes lluvias. Con la bici lista y el ánimo en alto, emprendimos la ruta desde Huelva a Tierra de los Guzmanes, –Juan Manuel se desplazo desde Bellavista- disfrutando del recorrido por asfalto y caminos de tierra que, aunque algo encharcados, ofrecían un recorrido vibrante y lleno de vida.
El recorrido serpenteaba entre campos de placas solares y tierras de labor -secanos- y algunos olivares, -en las zona de Candón-, con algún que otro charco que obligaba a sortear o a pedalear con destreza para no acabar con los pies empapados, ...que al final fue¡. La humedad del suelo dejaba ver las huellas de quienes antes habían pasado: ciclistas, senderistas y algún que otro vehiculo.Al llegar a Niebla, la silueta de sus murallas
nos dio la bienvenida. Esta histórica villa, con su castillo y
calles empedradas, nos brindó un descanso perfecto para reponer fuerzas -en la cafeteria Vulcano-. Aprovechamos para recorrer sus
rincones y visitar el rio desde la zona del puente- Este
puente es uno de los símbolos de Niebla,
una ciudad con un gran patrimonio histórico, destacando su muralla
medieval y su castillo Se cree que su origen es romano, aunque ha
sido modificado a lo largo de los siglos, especialmente en la época
medieval- admirar su legado medieval, imaginando cómo
habría sido la vida entre esos muros siglos atrás.
Tras la pausa, emprendimos el regreso por la Puerta Verde, un recorrido más abierto y con algún tramo donde el agua seguía presente de forma mas acusada. La combinación de charcos y algo barro puso a prueba nuestra habilidad y equilibrio, pero también añadió un punto de diversión al tramo final.
Con los pies algo mojados -Juan manuel paro a escurrir los calcetines- pero el espíritu satisfecho, cerramos la ruta con la sensación de haber vivido una jornada perfecta: naturaleza, historia y el placer, de pedalear por caminos que cuentan historias en cada rincón.Salir en bici -nuestra pasion- con un amigo de toda la vida, -Juan Manuel Muñoz- alguien a quien admiras y con quien compartes tantos recuerdos, es una alegría incomparable. El viento en la cara, las risas entre pedaladas, y esas conversaciones que fluyen con naturalidad mientras el paisaje va cambiando... Es un momento de conexión genuina, donde el tiempo parece detenerse y la amistad se siente más fuerte que nunca.
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