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Dedadera |
En un día que parecía hecho a medida para pedalear, seis viejos
ciclistas —cinco jubilados de espíritu joven y un aspirante que ya
va pidiendo pista— nos lanzamos a recorrer los caminos y pistas
serpenteantes de la sierra de Paterna del Campo y Escacena del Campo.
El aire estaba fresco, limpio, con ese aroma a romero y otras
yerbas aromáticas, que solo se encuentra en las sierras del sur. El
sol, perezoso pero sin exagerar, pintaba sombras alargadas entre los
alcornoques y encinas mientras el camino avanzaba. El ritmo, como
siempre, lo marcaba la charla: historias repetidas con gusto, bromas
que nunca envejecen, y el sonido de las carcajadas rebotando entre
los altos y barrancos.
La ruta fue exigente en tramos, pero conocida y disfrutada como se
saborea un vino que ya sabes cómo es. Subidas que arrancaban
jadeos pero también sonrisas, bajadas que devolvían la infancia a
los cuerpos cansados, y paradas bajo el sol donde no faltó ni el
buche de agua ni las anécdotas de otras salidas memorables.
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Escacena de Campo |
Uno de ellos, el más nuevo en la tropa, aún en edad laboral,
aguantaba el tirón con dignidad entre la ironía de los veteranos.
"Ya te llegará la jubilación, chaval —le decíamos— y verás
lo que es tener tiempo... pero no piernas".la ruta toca su fin con
buen humor y piernas ya algo templadas cuando, en un cruce conocido,
llegó el momento de la primera despedida. Pepín, con su sonrisa de
siempre y tras la ultima fotografiá, nos dijo adiós.
—Hasta la próxima, que no tarden mucho— dijo, sabiendo que,
aunque el camino se separa, la rueda del compañerismo sigue girando.
Los cinco restantes continuamos rumbo a Castilleja, no sin echar
un vistazo atrás mientras la figura de Pepín se alejaba cuesta arriba. No fue
una despedida triste, sino una de esas pequeñas pausas que da la
vida, sabiendo que habrá más rutas compartidas.
El resto del recorrido, apenas tres km. continuó con el mismo
sabor de siempre: paisajes muy conocidos, las ultimas bromas —como
cada vez— que las piernas ya no son las de antes, pero el ánimo
sí.
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De dcha, a izq, Juan M, Muñoz, Pepín, Francis, JuanBa, Juan Manuel y Lutgardo |
Al llegar a Castilleja, tocó una segunda despedida. Juan Manuel,
el más incansable del grupo, tenía aún algo más de camino por
delante. Dos kilómetros más le esperaban hasta Carrión de los
Céspedes. Nos dio un apretón de manos y unas palabras sencillas:
—Nos vemos en la próxima, que esto no se acaba aquí—.
Y con esa determinación que lo caracteriza, lo vimos alejarse
hacia su destino.
Yo me pase a saludar a mi queridisimo tío Narciso, y a su mujer
Delia, luego a mí no menos querida prima Dolores.
La jornada tocaba a su fin, pero no el viaje. Porque cada salida
es parte de una historia que seguimos escribiendo juntos, a pedales,
con sudor, risas y amistades que no entienden de edad ni de
kilómetros.
Con las bicis apoyadas en la pared del bar La Pradera, el sudor
aún fresco en la frente y una cerveza fría en la mano. Porque más
allá del deporte, lo que nos une no es solo el pedaleo, sino la
amistad, la risa compartida y el privilegio de seguir rodando juntos,
un sábado más, por esos caminos de la vida que, como los de
Paterna, a veces cuestan... pero siempre valen la pena.